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Caminar de la mano con otra mujer como “acto de provocación”

Por: Maria Ximena Cortés

Desde muy pequeña comprendí­ que mi capacidad de amar se salí­a de las fronteras que la sociedad me imponí­a, que para mí­ el horizonte era mucho más amplio y esto siempre representó una bendición, pero no por mucho tiempo.

Ya habí­a explorado la seguridad de estar con un hombre, de sentirme protegida y feliz, pero un dí­a me enamoré inevitable y perdidamente de una mujer, Carolina, y desde entonces todo cambió drásticamente, pero no en mi interior, a mi alrededor todo empezó a complicarse ¿por qué?. A pesar de que mi pareja me respetaba y pocas veces me sentí­ tan feliz, la gente me miraba diferente, algunos hombres nos lanzaban piropos desobligantes haciéndonos saber que estábamos incompletas sin ellos, que qué rico, que éramos un desperdicio por no ser seres que podrí­an satisfacerlos y muchas cosas más, llegamos a sentirnos en peligro en varias ocasiones pues hasta en lugares públicos nos sentí­amos acechadas, algo que jamás ocurrió cuando mi pareja era masculina.

Realmente era muy incómodo expresar cualquier tipo de afecto en público, casi siempre se tomaba como una provocación. Más que homofobia éramos una suerte de “estrellas porno” que querí­an agradar al ojo de los “machos” a nuestro alrededor, que querí­amos parecer más irresistibles frente a ellos, poco a poco fuimos eliminando estos comportamientos  para dejar de ser el “show de la noche”.

Nuestra relación sufrió, como todas, los vaivenes del amor y el desamor y finalmente terminó por motivos totalmente ajenos esa situación, pero definitivamente puedo afirmar que en el entorno heterosexual jamás se vive el sentir los latidos acelerados, los nervios, el miedo porque alguien intenta alcanzarte para resolver fantasí­as ajenas a ti.

Es como si estar con otra mujer diera la posibilidad a otras personas de opinar, de entrar allí­, en ese lugar donde se supone solo debí­amos estar ella y yo pero que termina siendo espacio público, como si no fuera un ví­nculo lo suficientemente sólido, de hecho, cuando decides exteriorizar una relación entre mujeres al mundo simplemente pierdes credibilidad, te infantilizan, les parece poco seria una unión si esta no es con un hombre.

Hace poco hablaba con un amigo gay que me comentaba que los hombres homosexuales sufren la discriminación y la homofobia, pero que nadie los persigue en la calle “reclamando” que ya no sean una opción para las mujeres, ni se les discute una decisión que ante los demás parece contundente. No es posible generalizar esta situación pero si me pregunto ¿acaso ante los ojos de la sociedad seguimos siendo las mujeres personas incapaces de tomar decisiones coherentes?.

Ser mujer es definitivamente un acto polí­tico que, al menos en mi caso, no elegí­. El machismo en la sociedad colombiana aún brota por los poros de la nación y termina invisibilizando personas como yo, cuyo pecado es sentir, asumir ser parte de la no normatividad y estar orgullosa de eso. Sé por amigas cercanas que muchas personas viven situaciones similares a esta, violencia verbal, violencia simbólica e incluso violencia económica, pues pagas las consecuencias por no ser “como deberí­as”, tener novia es entonces un acto de rebeldí­a pura, pero no es momento para desistir, no, es ahora cuando debemos ser más visibles que nunca porque no somos objetos para la diversión de otros, somos un color más de la diversa paleta que es el amor.

Este artículo fue realizado en proyecto Adelante Diversidad Sexual, financiado por la Unión Europea.